miércoles, 8 de febrero de 2017

"Soy yo..." le dije en un susurro.
Me acerqué despacio y tímidamente le limpie las lágrimas de la mejilla.
Me miró impaciente, y sus ojos brillaron.
Sentí cosquillas en las entrañas,
Y en ese esquivo segundo supe que
No importa cuán infito sea el infierno si se aprende a volar sin amarras.

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