lunes, 11 de agosto de 2008

Tú escribes, él escribe... ¿Yo escribo?

Pensé en escribir algo profundo, interesante, atractivo para que cuando alguien lo leyera, pudiera exclamar algo positivo; pero no pude. Hoy no puedo escribir, hay palabras, letras que se unen y se conjugan en mi mente, que desfilan incansablemente, pero no puedo anclarlas en un texto. No, no puedo...
Y me pregunto: ¿Por qué no puedo escribir? Sin duda, es la única conclusión a la que mis cortas elucidaciones me permitieron llegar, hay algo que me limita. En el fondo, o tal vez en la superficie, existe un ente (cosa, objeto, persona, lo ignoro) que no me permite escribir. No hay relato. No hay historia. No hay causa. No hay texto ni discurso. Hay vacío.
Las palabras, faltas de dominio propio, sin el deseo no se unen. Me falta el deseo que las une. No hay hilo en mi mente ni en mi alma para coser palabras que formen alguna cadena de significación. Algún sentido para el externo que lee y mira.

Ahora pienso en Kerouac, y me pregunto: ¿Hay gente aún que pueda estar locamente viva?
Camino por la calle y sólo veo almas muertas, como las veía el Loco de Gibran, como las describía Palma. Hoy, ayer, y tal vez mañana, mientras me falte hilo para escribir, soy parte de ese ejercito, del que habló Ricardo Palma.

¿Quienes son los muertos?
No son los muertos los que en dulce calma
la paz disfrutan de la tumba fría;
muertos son los que tienen muerta el alma
y viven todavía.
No son los muertos, no, los que reciben
rayos de luz en sus despojos yertos;
los que mueren con honra son los vivos,
los que viven sin honra son los muertos.
La vida no es la que vivimos,
la vida es el honor, es el recuerdo,
por eso hay muertos que en el mundo viven
y hombres que viven en el mundo, muertos.



Los muertos somos nosotros Capitán...

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