lunes, 12 de octubre de 2009

Cuando caigo...

No hubo ningún silencio precursor ni un grito que opacara el llanto.
Estuvo ahí todo el tiempo. No lo supe hasta el final.

Mire sus alas y parecía seguro, el viento no soplaba en contra.
Me abrace a su pecho y sentí su aliento,
mientras su corazón bombeaba lento.

No fue triste ni gris, simplemente fue.
Anoche, en la tormenta, él volaba hacia la nada.

Como suele ocurrir en estos casos, dijo hasta luego en vez de decir Adiós.
Y remontó ligero con 'eso' que el sueño no se puede llevar a ninguna parte.

Ahora que lo recuerdo y sé, con monótona seguridad matinal,
que no volverán las flores y las risas,
me pregunto: ¿dónde esta el límite?

Miro mis dedos, e insisto: ¿cuál es el límite?
Y caigo, irremediablemente caigo...

"No hay límites..." susurra el tiempo en mi oído...

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